29 de abril de 2.010 - Día 1
Por fin había llegado el día de quitar "esas bolillas" de la garganta que tanta lata nos daban. Eva estaba tranquila y, como siempre, feliz y sonriente.
Vinieron a buscarte a la habitación para bajarte a quirófano y allá te fuiste. Con tu inseparable peluche de Mickey y tu también inseparable sonrisa. La última que yo te vi. La que siempre tendré grabada en mi retina. Preciosa. Enorme. Inolvidable.
Nos dijeron que la operación había salido muy bien y enseguida te subieron a la habitación. Estabas despierta pero dolorida y adormilada. Pusimos dibujos en la tele. Hablamos un poco; más yo que ella. Le dolía la garganta. Pero por la tarde empezaron los vómitos y poco a poco estaba más adormilada. "Es normal", me dijeron. Pero Eva no mejoraba. No se recuperaba. Mi sexto sentido me decía que algo no iba bien. Empezaron los espasmos. Eran pequeños, como cuando te estás quedando dormido y despiertas bruscamente con la sensación de que te caes de la cama.¨Es normal¨, volvió a decirme la enfermera. Pero resultó ser que no. A Eva le bajaron los niveles de sodio y sufrió una hiponatremia. Tuvo una fuerte convulsión mantenida, como un ataque epiléptico, y entonces la enfermera por fin llamó a un médico. Eran las diez de la noche y ya no quedaban más que los que estaban en urgencias. Le dieron un relajante muscular para que la convulsión cediera y se le hizo un análisis de sangre completo. Al poco tiempo llegó el otorrino que la había operado y el pediatra que estaba de guardia esa noche y que se haría cargo de Eva; pues el otorrino no podía tratar la bajada de sodio porque no corresponde a su especialidad.
Cuando llegó el resultado de la analítica de sangre, los valores de sodio eran muy bajos.
El pediatra Julio González Yebra-Pimentel nos comunicó que se le iba a aportar sodio para que lo fuera recuperando poco a poco y que mañana estaría mucho mejor. Quería dejar a Eva en la misma habitación, en una planta sin atención médica. Nosotros (sus padres) pedimos su traslado al Hospital Materno Infantil porque sabemos que cuando las cosas se complican, allí se van los niños para ser tratados de forma específica. ¡Me moría si Eva volvía a convulsionar! No quería tener que volver a salir a gritos de la habitación llamando por un médico. Entonces el doctor Pimentel nos dijo que podía ingresarla en la UCI de allí (que es de adultos) para que así nos quedáramos más tranquilos. Le pautó un tratamiento para que se le administrara a Eva y se marchó a su casa, a pesar de ser el pediatra de guardia nocturna de ese día. Dejó su móvil apuntado para que le llamaran por si había alguna incidencia.
Tenemos dos informes médicos, uno de una pediatra y otro de un neurólogo, que dicen que el tratamiento pautado por Yebra-Pimentel fue MUY escaso en cantidad y a MUY largo tiempo. El médico forense, el que se nombra por el juzgado para que emita un informe médico de forma objetiva, también lo reconoció de la siguiente manera:
Es decir, el doctor Pimentel no solo le pautó a Eva un tratamiento incorrecto, sino que además agravó su estado porque el suero que le ordenó administrar está contraindicado en hiponatremias porque hace que el sodio baje más. Al tratarse de una hiponatremia GRAVE debería de haberse quedado en el hospital y haberle realizado más analíticas para comprobar que Eva iba recuperando los niveles de sodio, pero se fue a su casa. Difícil ver la gravedad desde allí.
A las 5 de la mañana Eva vuelve a convulsionar. Pimentel había ordenado darle un relajante muscular en caso de que ello sucediera. La enfermera le llama y le avisa de este agravamiento, tras casi diez horas desde que se le empezó a dar el tratamiento que, según Pimentel, iba a hacer que Eva estuviese mejor a la mañana del día siguiente. Y ¿qué hizo este pediatra? Pues se limitó a preguntar si la convulsión había cedido con el relajante y la respuesta fue obvia, claro que cedió, para eso sirve el relajante. Pero una cosa es tratar la convulsión y otra muy distinta y más importante es tratar lo que origina que se vuelva a producir tras diez horas con tratamiento. ¿No será que la medicación no surte el efecto esperado o que te has equivocado, Pimentel? Tampoco pidió que se le hiciera una nueva analítica. No hizo nada. Supongo que algo tendrá que ver que al día siguiente tenía que entrar a trabajar en un centro de salud a las 8 de la mañana. Desde luego, si no acudió a ver a Eva al hospital, no solo no se preocupó por ella, sino que no hizo bien su trabajo. La vida de mi hija en sus manos y la dejó escapar... Qué impotencia y qué tristeza tan grande...
Hoy hace 8 años de ese 29 de abril. Hoy hace 8 años que disfruté de la última sonrisa de mi hija. Hoy opino y cuento lo que sucedió porque tengo derecho a hacerlo y vosotros a saberlo. Si os encontráis en una situación similar, sabréis que puede tratarse de una hiponatremia y que puede acabar muy mal si no se trata de forma correcta y a tiempo. Sabiendo lo que os he contado, espero que médicos y pacientes lo tengan en cuenta y que no se repita JAMÁS una negligencia similar. También, 8 años después, sigo esperando a que Pimentel me pida perdón. Pidió disculpas por no haber sabido ver la gravedad, pero no pidió perdón.
Por Eva, porque Eva podría haber sido cualquiera de vosotros. Jamás pensé que me iba a suceder algo semejante. La vida te cambia en un segundo. No dejéis de disfrutarla.